lunes, 6 de noviembre de 2017

Fortuna de cazar


Hace ya unos años, unos pocos, cuando cursaba mis estudios llegó a mis manos la posibilidad de la lectura y análisis del libro de la Buena Suerte de Fernando Trías y Álex Rovira.

En este libro nos presentaban dos caballeros que enfocan un problema de dos maneras muy distintas, de uno que “sembraba” posibilidades para que lo improbable surgiera y otro que no.

Acordándome de mis tiempos de estudios, ya que me pongo a rememorar, también me acuerdo de la historieta de aquel paisano que le pedía a la virgen que le ayudara a aprobar un examen, y la virgen le contestaba “hijo mío, una hace lo que puede, pero si al menos tocaras un poquitín el libro…”

 Estos dos recuerdos no son ni más ni menos que la evidencia de que la buena suerte puede llegar si las circunstancias propicias como mínimo se siembran, siendo así más sencillo que surjan cosas positivas. No obstante no hay que olvidar que luego hay otra suerte más efímera, fugaz e impredecible que es la que depende totalmente del azar.

Este punto de partida tan peculiar no viene sino por unas reflexiones que me llegan persiguiendo desde el inicio de esta temporada de caza, por mis propias jornadas y por el resumen que algunos compañeros hacen de las suyas propias. Efectivamente enfocando el tema de la fortuna al mundo cinegético podemos observar que tener suerte y tener suerte puede verse desde muchos ángulos diferentes.

Por un lado tenemos la suerte que depende totalmente de azar, por ejemplo la que se realiza en una montería a la hora de seleccionar un puesto, en la que los susodichos se encuentran en una mesa, en sobres cerrados. Ahí por mucho que hagas no se puede hacer más, te toca lo que la injusta fortuna quiera (pongo énfasis en este punto en que este mismo sábado el puesto que seleccioné de entre 47 posturas fue el último que quedó en la mesa sin ni siquiera darme la opción de elegir).

 Por otro tenemos la suerte que se puede cosechar, aquella que depende de nuestras acciones y decisiones, como aquella que hace decidir que las diferentes manchas se den en unos momentos u otros dependiendo del clima invernal u otoñal, de cómo dar la mano de los perros, de hacer mayor o menor ruido en el andado de un rececho, etc.

Cuando hablamos de la primera podemos hablar de suerte está claro, cuando hablamos de la segunda ya no podemos hablar del mismo tipo de fortuna. El caso viene al analizar una jornada cinegética, y a la vuelta de la misma los cazadores comenzamos a narrar nuestras vivencias por el campo. Se oye mucho lo de “he tenido suerte”, o “valla que mala suerte he tenido”. En muchos casos estas frases encierran en sí mismo un terremoto de sucesos que han determinado que parte haya dependido del azar y otras de las acciones propias. Al final el ser humano necesita justificación de todo y a sus propios resultados necesita darles explicación y cuando no la encuentra o no sabe ponerle palabras lo define en muchos casos como fortuna.

 Este sábado sin ir más lejos enfocaba la montería menos fructífera de las que tenemos en el coto, en la que sin ir más lejos jamás ni yo mismo, ni mi padre habíamos ni siquiera conseguido tener un solo lance en los 25 años en los que hemos estado asistiendo a la misma. Como ya he mencionado el puesto que nos tocó fue el último. Las perspectivas eran bajas, para la montería independientemente del puesto que tocara, la meteorología era cuanto menos incómoda por la lluvia prevista, e incluso los días precedentes algún amigo me decía que si tan malas perspectivas había para que me molestaba en madrugar y viajar pudiéndome quedar en casa. Mi respuesta fue clara, “por la mañana las migas que nos ponen están la mar de ricas, el campo siempre da tranquilidad y nos regala cuanto menos unos paisajes con los que sueño cada día de oficina y a la vuelta las judías, o lo que se tercie, esta calentito y reponedor, y además por bajas que sean las posibilidades siempre más tendré acudiendo a la cita que intentándolo desde mi cama”.

El resultado fue disfrutar de la compañía de mi padre, de unas migas que estuvieron en su punto, de unas tertulias con las amistades como siempre enriquecedoras, de un campo que a golpe de lluvia recuperaba su verdor revitalizador, del sonido del agua al golpear en jaras y piedras, de la sensación de frescor y libertad que sólo da la naturaleza, de unas patatas con costillas tomadas a las cinco de la tarde bien calentitas que supieron a gloria bendita y por último disfruté de poder compartir con amigos las vivencias que el campo nos dio.

Con este resumen sólo puedo decir que la suerte que dependía de mí, es decir, no quedarme en casa y acudir, fue fructífera y cumplió de sobra con las expectativas y por tanto puedo decir que la buena suerte me acompaño.

Para los resultadistas diré que además de todo esto con lo que ya me siento feliz, en esta ocasión el campo nos brindó una bonita cochina que tuvo a bien a rondar mi puesto y pude tener un lance donde mi ingenio y destreza salieron vencedores, y mi padre acto seguido otro lance sobre un guarro inesperado que le sorprendió en otros menesteres citándole para monterías venideras mientras se perdía entre jaras.

Sobre esto último podemos analizar cuestiones de suerte como he ido haciendo, pero quizás y sólo quizás haya que dejar de hablar de la fortuna sobre todo en tema de resultados y sí hablar de la fortuna que hemos tenido de tener grandes sensaciones y de haber disfrutado enormemente.

Quizás sea simplista o poco exigente, ya sabemos que siempre habrá gente que todo lo que no sea tener tras de sí una pila de piezas abatidas y grandes sumas de puntuación trofeísta, es tener un mal día de caza. Quizás nuevamente tirando de palabras reiteradas tengo LA SUERTE de no analizar la caza por los resultados y la enorme FORTUNA de disfrutarla y de vivirla apasionadamente en todas sus circunstancias.

2017-11-04 Montería La Quejiga, Alcoba de los montes (Ciudad Real)


 
PD: Os dejo con alguna foto que pude echar en el puesto y que espero sea de vuestro agrado.
 
PD 2: También me lleve la cámara de video y muy pronto os mostraré con más detalle este gran día de caza.











 








 

 

 
 

 

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