JESÚS PALACIOS NAVARRO






Me llamo Jesús Palacios Navarro y tengo 16 años. Nací en Cuenca pero por motivos personales ahora resido en Madrid, lejos del campo y mis animales. Desde que era pequeño me he interesado por la naturaleza, no solo por los grandes mamíferos como el ciervo, pero también por los insectos más diminutos y las plantas que podía encontrar. Recuerdo ir recogiendo todas las macetas que encontraba y que, con ayuda de mi abuelo, las rellenaba con tierra y plantaba todo tipo de hierbas y flores para crear mi propio jardín botánico en la terraza. Otra afición que tenía era llenar los botes de cristal o plástico transparente con hojas y pequeños palos para después introducir insectos y observarlos.

En mi familia la caza siempre ha estado muy presente pero de formas muy distintas. Mi abuelo era pastor y nos cuenta como, con su garrote, abatía las liebres y conejos mientras pastaban las ovejas y su hermano fue el primero que logró abatir un jabalí cuando los vieron en el pueblo por primera vez y desde entonces le apasiona la caza de este animal, ahora se ha comprado una escopeta para cazarlos al aguardo porque la edad no le permite seguir usando su técnica de cuando era joven, el agarre, utilizaba a los perros de pastoreo para que agarrasen a algún jabalí pequeño y luego él lo remataba con una pequeña navaja que llevaba para cortar el pan del almuerzo. Mi abuela fue la primera mujer cazadora del pueblo; mientras mi abuelo estaba con las ovejas, ella en sus ratos libres cogía su escopeta del 16 (que acabó cambiando por una cabra al acabar la Guerra Civil para poder comer) y se iba a las bocas de los conejos. Llevaba dos cartuchos recargados a mano y a punto de reventar de tantas veces que se habían disparado. El día que tenía suerte cazaba dos zorros y vendía sus pieles con lo que daba de comer a la familia un par de semanas. Mi padre, sin embargo, no se interesó en la caza hasta los 40 y pico años y ahora no puede vivir sin la caza menor con perro.


Yo empecé a cazar con cuatro años, por aquel entonces yo llamaba cazar a irme al pueblo con mi padre y quedarme en la cama hasta que él volviese y me contase la jornada entera con pelos y señales mientras le ayudaba a limpiar las piezas. A los 11 años le acompañé a una jornada de codorniz en media veda, el cazaba la rambla con el perro y yo iba por el camino con mi madre dando gritos cada vez que veía un pájaro para que mi padre lo abatiese, hasta que me explicaron que debía ir en silencio. En toda la tarde no vimos ni una codorniz pero yo disfruté tanto que me arrodillé para pedir a mi padre que me llevase otra vez. Tuve que esperar hasta los 13 años para empezar a acompañarle regularmente, siempre y cuando sacase buenas notas, y desde entonces vivo por y para la caza. He disparado alguna vez con la escopeta de mi padre para probar y este año espero  poder hacerme con una para mí.



Para mí la caza significa muchísimo más que disparar a un animal, la caza es el café de la mañana que mantiene abierto el bar del pueblo, la caza son las amistades que se hacen en una hora en la armería o en el campo y duran toda la vida, la caza son los madrugones en las mañanas frías de diciembre para disfrutar de tu afición, la caza son las mañanas en el campo buscando puestos para la paloma o el zorzal o las tardes intentado localizar algún bando de patirrojas, la caza es esa canana o ese morral que heredaste de tu abuelo y aún huele a él, la caza son esos sacos de 20 kg de maíz que arrastras con tu último aliento al cebadero después de trabajar todo el día, la caza son los 364 días del año cuidando a tu perro antes de esa mañana que sales al campo, la caza son las historias que se cuentan a la luz de una lumbre antes de salir al campo, la caza son los cabreos que tienes cuando no puedes salir a cazar después de hacerte ilusiones, la caza es estar en compañía de tus amigos y familiares en el campo, la caza son esos almuerzos al sol resguardados del aire bajo una chaparra y la caza es mirar al campo, sin rastro posible de civilización cerca y sentir que estás en tu hogar.


Todos estos valores intento transmitirlos a través de mi cuenta de Instagram @caza_spain_ donde publico imágenes para gente como yo, que no puede estar todos los días en el campo, y que anhelan el monte. También publico fotos que me envía la gente de sus jornadas de caza porque todos los cazadores somos una familia, a mi modo de entender, y las perchas de uno son las perchas de todos. Y con la ayuda de Dani, que siempre que subo algo que puede dar mala imagen al colectivo me lo remarca, intentó transmitir hacia la red social la mejor imagen posible de la caza, enseñando que es mucho más que matar o no.






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