El día a día de una rehala


Una actividad incomprendida
El trabajo en una rehala no acaba con los cinco meses de la temporada, ni mucho menos; sigue durante todo el año y es algo que debemos tener en cuenta para comprender esta actividad.
Aquí me refiero a lo que yo denomino “rehalas no comerciales”, creadas y mantenidas por aficionados a los perros y cuya actividad es deficitaria si nos atenemos a criterios estrictamente económicos.
Problemas administrativos, falta de recursos, disminución del número de contratos de monterías, menores ingresos, mayores gastos… Un sinfín de factores que solamente unas pocas rehalas son capaces de asumir.
Trabajo diario
Ser dueño de una rehala es costoso, ya que el mantenimiento de un perro lo es durante todo el año, no solamente los cinco meses de la temporada montera. Hoy en día es mucho más caro mantener una rehala que hace veinte años, y los importes pagados a las mismas no han aumentado desde entonces. Los rehaleros o perreros, como les llamamos en algunas zonas de Andalucía, no tienen ésta como su actividad principal.
Del ayer al hoy
En otros tiempos, el dueño de una finca de caza mayor solía tener una rehala a la que mantenía en sus tierras, siendo uno de sus empleados el encargado de la misma. Esta rehala participaba en las monterías cobrando lo que se denominaba “puesto y propina”, que consistía en una pequeña cantidad de dinero para los perreros, comida, pólvora y pistones para los trabucos, más pan para los perros. Esto lo realizaba el dueño de la finca a montear antes de su comienzo. También se daba un puesto al propietario de la rehala.
Otra de las tradiciones que se ha ido perdiendo es la de sortear primero los puestos de las rehalas, como deferencia por su importancia en una montería. Hoy en día ciertos organizadores montan las conocidas como “armadas de rehalas” en cierres donde son remotas las posibilidades de poder abatir alguna res.
Un abnegado cuidado de los perros
Tanto en el pasado como en el presente, el cuidado de los perros de una rehala es diario, no existiendo vacaciones ni festivos para su correcto mantenimiento. El número de horas que los rehaleros dedican a cuidado no son cuantificables ni están pagadas. Solamente la afición y el buen hacer desinteresado de estos cazadores amantes de sus perros justifican sus desvelos.
Limpieza de perreras, barrido, baldeado, alimentación, paseos de campeo cuando se puede, ayuda en los partos, visitas al veterinario, inspecciones de Sanidad o de Trabajo, altas de actividades, contabilidad, pagos, cobros y un largo etcétera hacen que esta actividad se lleve el poco tiempo libre de estos rehaleros.
El amor y compromiso del rehalero por sus perros es infinito.
Tiempo que sacan por las tardes, después de su trabajo diario, o en fines de semana. Muchas veces la ayuda viene dada por familiares o amigos, en su mayoría ya jubilados, que dedican muchas horas, desinteresadamente, al cuidado de los perros.
Cuestión de afición y de amor por los canes
Únicamente la afición y amor por los perros es la causa de que aún sigan saliendo al campo estas recovas económicamente deficitarias que, no lo olvidemos, son el alma de la montería.
De nosotros depende poner en valor de nuevo las rehalas, apreciando su trabajo, manifestando nuestro máximo apoyo tanto en el monte como fuera de él y evitando que vuelvan a producirse. Hay que dejar de lamentarse y de resignarse para pasar a la acción y defenderlas.


AUTOR: FÉLIX SANCHEZ @felixsm

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