DE VERDAD MI AFICIÓN MERECE LA PENA


Quiero decir que la caza no solo es cosa de hombres que cada día somos más las mujeres que luchamos por ello y que aunque yo no tengo mucha edad (17 años) pienso luchar  todos los días de mi vida por esta afición tan bonita, pero a quien le dedico con todo mi corazón esto, es a mi padre y a mi madre por hacerlo posible y apoyarme en todo momento con esta afición que voy a intentar explicar lo que es en realidad para mí…

Y es en este momento cuando te olvidas de todo, de la caminata que te has metido, de cada pinchonazo, de cada arañazo, de la calor o del frío, de las horas que aún quedan para acabar la jornada, y sin pensarlo dos veces vas en busca de los ladridos de tus perros, corres guiándote por los ladridos, sin saber que obstáculos nos tiene puesto la naturaleza, si tendremos que saltar un arroyo, o un tajo de piedras, incluso si tendremos que entrar en medio de una zarza… todo ello para encontrar la forma de llegar al lugar.

Cada cuesta que bajas, cada paso que das, cada pino que dejas atrás, notas como van aumentando los ladridos y la adrenalina es cada vez mayor.  Las ganas de ir al lugar del agarre y ver a tus perros como disfrutan son mayores… hasta que por fin consigues llegar, y allí están algunos de tus perros junto con los de los compañeros, todos disfrutando del momento y es ahí cuando de verdad te das cuenta que la caza no se trata solo de matar, sino que se trata de disfrutar del campo, de esas noche anteriores al día señalado en que apenas duermes dos o tres horas con el nerviosismo, de madrugar y llegar a los corrales, escuchar los ladridos de tus fieles compañeros sabiendo que ese día toca, que nos vamos de cacería.

Estar luego en la junta y encontrarte a los compañeros contando sus anécdotas, que aunque te la cuenten todos los días nunca te cansas de escucharlas. Llega la hora de la verdad, nos vamos rumbo al lugar donde el día va a comenzar y de forma que vas llegando vas pensando, en sí el tiempo acompañará, en sí el monte estará bien para andarlo… pero cuando llega el momento de la suelta de perros, ahí sí que los nervios son cada vez mayores, cuando se empieza a escuchar las voces de los rehaleros llamando a sus perros, que ya se ven correteando y ladrando de felicidad por el monte.  Solo miras hacia adelante y piensas, vamos allá, ha llegado nuestra hora. Coges tu mochila con tu botella de agua y te pones tu chaleco, te cuelgas tu cuchillo y te adentras en el campo a disfrutar de esas nuevas aventuras que se vive cada día en el campo.

Después de un largo día, esperas en el coche las horas que hagan falta llamando a los perros,  que algunos aún siguen sueltos en el monte… y si no aparecen vas un día y otro hasta que estén todos tus perros contigo… y es aquí cuando me digo DE VERDAD, MI AFICIÓN MERECE LA PENA.


Autora Mariló Aranda



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